Reflexión personal sobre La importancia de la formación profesional en base a “Notas sobre la formación del Periodista” escrito por Daniel Prieto Castillo.
El texto propuesto para esta reflexión muestra una marcada evolución en ciertas prácticas o concepciones que ayudaron a concluir en la “inexorable” necesidad de formación profesional en los periodistas, una expresión casi exagerada pero que tiene sentido a la luz de lo que nos dice Prieto Castillo en su ensayo.
Hoy sigue siendo una constante la polémica entre adquirir conocimiento, a través de la practicidad y la formación académica, polémica que se va descomprimiendo cuando se analizan ciertos puntos que describían el perfil del periodista hace aproximadamente 40 años atrás, por cierto, un perfil concebido sin tener en cuenta la práctica, un perfil que dejaba de manifiesto la débil formación que brindaban las escuelas.
En aquel momento se captaron varias fallas que no clarificaban el perfil preciso del profesional que se buscaba en las escuelas de comunicación, ya que el mismo concepto de comunicación no tenia la amplitud actual; existía también una notable dualidad en la carrera, por un lado la enseñanza práctica y por otro lado la enseñanza teórica; la formación humanística no era la adecuada para la carrera; faltaban libros para el estudio y hasta otros elementos que hacían a la parte práctica de la carrera; no había profesores para periodismo. Es así que la formación académica no respondía a lo que demandaba la profesión, profesión que también exigía una educación desde la práctica que responda a las necesidades más locales.
Hablábamos de una evolución, denotada en los años 1972-73, en estos años muchas escuelas de comunicación implementaron cambios drásticos a sus planes de estudio, bien vistos al principio ya que se orientaban a desarrollar un pensamiento propio de la comunicación y comprensión de los mensajes con un lenguaje propio. Pero esta transformación muestra su lado malo (por llamarlo de alguna manera) cuando la práctica queda fuera de esta nueva concepción conformando así una actitud teoricista. Lo que se pensó como una solución a la problemática inicial derivó en una traba para el ámbito de la expresión ya que las prácticas profesionales se redujeron a uno o quizás dos cursos. Mas arriba habíamos dicho algo acerca de una formación débil, ahora esta formación se ve reforzada y, es más, gracias a ella el perfil que se planteó para el profesional fue el de alguien que comprende la realidad y por lo tanto también está capacitado para cambiarla y alcanza así una salida laboral en otras áreas.
Pero como toda evolución, para continuar, necesita de una crisis, esta también manifestó la suya: la teoría ofrecida no debía tomarse como un absoluto para actuar y hasta cierto punto dio a entender que se asomaba un menosprecio del oficio. Había una necesidad de comunicadores y no de teóricos de la comunicación. El error de esta “corriente” fue el mismo que expresamos que sucedió hace cuarenta y pico de años, se reformulaban los planes de estudio sin tener en cuenta la práctica profesional y además las demandas sociales de comunicación, o sea la formación académica por acá y la práctica por allá. Como el texto lo indica “la sociedad toda requiere de apoyos comunicacionales”; existe una necesidad de revalorizar la práctica, el oficio.
Ahora ya no se entiende PERIODISTA como una expresión ligada solo a los medios, “el quehacer comunicacional es mucho mas amplio”, “la comunicación va más allá del periodismo, tiene que ver con las personas”, recordando lo que nos decía la licenciada Maria Ester Cremona al citar a Mario Kaplum en una conferencia sobre “El rol de la formación académica en el periodismo”.
Para dejar de lado una concepción solo utópica, la formación debe apuntar a lo básico; las características básicas de este nuevo perfil son resaltadas en el oficio de expresarse con todo lo que esto implica; la necesidad de saber descifrar un texto, descubrir sus conexiones esenciales, lo que se dice y lo que no en cada mensaje; conocer la situación social en que se vive, especialmente a nivel regional; tener la capacidad de analizar y evaluar las situaciones de comunicación, para actuar luego dentro de ellas, intervenir en lo que pasa, comunicar lo que pienso; una necesidad de capacitarse en la expresión a través de todos los medios posibles.
“Volver a la capacitación correspondiente de la profesión del periodista”
Hoy se busca que la universidad brinde al estudiante en la actividad profesional, un conjunto de conocimientos, que lo ayuden a pensar y no a ser simples repetidores de conocimientos, no se le debe brindar recetas de cómo hacer tal o cual cosa, debe adquirir una perspectiva de análisis (teoría de sistemas), una epistemología y metodología de investigación para que pueda desarrollar conocimientos válidos, herramientas para intervenir y comunicar lo que pienso ya sea en la creación de proyectos y el trabajo en equipo, el formarse permanentemente, una actitud crítica, respeto a la diversidad, el compromiso con la sociedad. Este es un aporte básico para la formación ya que “cuando un edificio se agrieta las causas suelen estar en sus cimientos”. Ahora, esta capacitación ¿donde se la obtiene? ¿en la práctica o en las escuelas? La práctica tiene un límite, pero sin ella nadie puede llamarse a si mismo comunicador, a su vez el desarrollo teórico y metodológico constituye en aporte valiosísimo para la profesión. Ante lo que se vio en esta evolución de la formación del periodista, encontrándonos con las falencias del teoricismo, la falta de oficio y el no hacer una especialización de los estudios, debemos hacer uso de una herramienta mas que importante en la formación inicial y permanente “LA PROFESIONALIZACION”, solo así podremos aportar soluciones a las demandas sociales en el campo de la comunicación.